paseando la historia de tu ciudad

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SANTO SIN RITA

Todo pasa. Este diácono y santo que tiene, incluso, un cabo peninsular bajo su advocación y que fuera, sin duda, el de más proyección europea del santoral cristiano, ha perdido la batalla mediática en nuestra ciudad frente a la Geperudeta y su tocayo, Vicent Ferrer, que hegemonizan hoy los afanes religiosos de nuestras autoridades y el público católico pertinente.

Todo pasa. Sant Vicent Màrtir, santo protector de la conquista cristiana y cuya devoción se convirtió en eje de la reconquista espiritual de una ciudad demasiado mora, ha dejado hoy el testigo a esos otros mitos. Y no es que nos parezca mal que se apaguen estos rescoldos. Lo que no nos gusta es que el patrimonio histórico de esta ciudad, gracias a nuestro ayuntamiento y a su alcaldesa Rita, pasen a la clandestinidad, al olvido y, peor aún, a su destrucción. Éste es el caso del principal santuario vicentino de la ciudad, situado en una pequeña calle al inicio de la del Mar, bajo el nombre de Cárcel de San Vicente. Por no hablar, y ya lo haremos, de cómo el Ayuntamiento está dejando que se caiga el monasterio de la Roqueta, cercano a la plaza de España. Visitamos recientemente la cárcel de S. Vicent puesto que no es fácil acceder a su interior. Solo se puede hacer a través de gestiones en el cercano Museo de la Ciudad que, sorprendidos por nuestro interés, enviaron a un bedel para que nos abriera el recinto.

Bocaccio

Columna y pozo en la Prisión
de Vicent Màrtir

Puerta de entrada a la Prisión
de Vicent Màrtir

Es, desde luego, un pequeño santuario -según el erudito Orellana el callizo frente al pórtico del antiguo convento de monjas de Santa Tecla- y en el que persevera la columna donde, según la tradición, estuvo atado el mártir. Como, en palabras de Orellana, quedaba sin veneración competente, al ser casa privada, el Consell de la ciudad compró, el 23 de enero de 1685, a Doña María Ana Boïl y Mercader, viuda, la casa donde se hallaba. Como relata Orellana, el 22 de enero de 1777, ocurrió una cosa algo rara: la ermita o capilla estaba llena de gente, cosa nada difícil, al ser bien pequeña, cuando se sintió conmoverse el suelo donde estaban arrodillados los presentes. Movidos los ladrillos, se quitaron con facilidad y se halló que era hueco pues cubría allí el suelo un pozo de agua limpia, pura y sana, sin que hubiera telarañas, suciedad, ni otra cosa inmunda, teniéndose todo esto por prodigio. El milagro está allí... y todos los 22 de enero, el arzobispo y la alcaldesa visitan el pocito milagroso. Es el único día en que permanece abierto al público.

Cádiz, Valencia y la Pepa

Tornatemps ha viajado a Cádiz. Para visitarla con motivo del bicentenario de la Constitución de 1812, la Pepa, y rememorar en sus calles este decisivo acontecimiento político. Y ha merecido la pena. Es una ciudad -la más antigua de Occidente, como prueban sus sarcófagos fenicios antropomorfos en el museo de Cádiz- rodeada de un mar bravo y de bastiones, bulliciosa y alegre, con historia en cada esquina y con unas plazas -el Mentidero, San Antonio, etc.-hermosas y acogedoras.

Sin duda, hay muchas más Cádiz que nosotros, turistas, no hemos descubierto embelesados por sus calles y mujeres, sorprendidos por el aún razonable precio de sus platos de pescado y admirados por la tenaz lucha contra el olvido que muestra una ciudad y unos barrios repletos de placas históricas y conmemorativas... Sería una ciudad, por ejemplo, castigada por el desempleo más alto de Europa, y la economía sumergida, y un gobierno del PP...

Por ello hemos realizado un especial homenaje a Fermín Salvochea (1842-1907), figura emblemática del anarquismo peninsular, nacido en Cádiz y de cuya ciudad llegó a ser alcalde. Presidió, asimismo, el Comité de Salud Pública del cantón gaditano. Su integridad vital y moral es todo un ejemplo y valor.

Làpida commemorativa a la casa natal de
Fermín Salvochea (Plaça d'Argüelles. Cadis).

Efectivamente, fuimos a buscar las huellas de los diputados valencianos en aquellas Cortes decisivas de 1812: la calle Murguía donde se alojaron el liberal de Xàtiva Joaquim Llorenç Villanueva i Astengo y el también liberal de Bocairent Josep Castelló. La corta calle Junquera, lugar de residencia temporal del servil y secretario de la inquisición en Valencia, Francesc Xavier Borrull i Vilanova. O la calle Jardinillo, donde vivió el liberal de Oliva Francesc Ciscar i Ciscar (sobrino de Gregori Mayans). Otro liberal, aunque noble, presente en Cádiz, fue el barón de Antella y marqués de Cáceres, Vicent Noguera i Climent quien residió en la evocadora calle del Fideo. Algunas han cambiado de nombre y las fotos son prueba de ello. No lo ha hecho la calle Santo Cristo. Ahí estuvo Josep Antoni Sombiela i Mestre, servil y, posteriormente, defensor de Elío en el proceso en que se le condenó a muerte.

museo arroz

Antigua calle Murguía

Calle Junquera

Nos emocionó el hemiciclo del Oratorio de Felipe Neri donde se proclamó la primera constitución europea. Los conservadores y reaccionarios que, como ahora, son legión, lograron un texto enclenque y se aprovecharon de la buena fe de los liberales católicos mientras ellos eran ferozmente antiliberales. En la fachada del Oratorio y, entre otras muchas, la que el Ayuntamiento de Valencia colocó en la conmemoración del primer centenario en 1912. Como era esperable, se trata de la más grande –faltaría más- y también de la menos legible –para seguir la costumbre de las placas de esta ciudad. Por cierto, el primer edificio de que dispuso esta Congregación de oratorianos en España fue, precisamente, el de Valencia, convento ya desaparecido y que estuvo situado junto a la actual iglesia de Sto. Tomás.

Miembros de la Comisión Constitucional

Pero sigamos con la Pepa. La obra constitucional de estas Cortes asediadas mostraron al mundo, y especialmente a las entonces colonias americanas, que la libertad y los derechos de la nación eran valores superiores al rey y a dios. Sus artículos, leídos ahora, se quedaron a medio camino en tantas cosas que hoy defendemos: el laicismo, los derechos sociales y políticos de las mujeres, el federalismo... Algunas de las tareas siguen en el siglo XXI pendientes y es más, los neoconservadores del PP están precisamente desmantelando algunos de esos ancianos derechos.

La Constitución de Cádiz fue durante años bandera de las personas de progreso que iban a tener que resistir la feroz represión fernandina y absolutista tras la derrota francesa. Es conocida como la Década Ominosa, donde este infame y traidor rey persiguió a los liberales a muerte y declaró a la Pepa Nula y de ningún valor, ni efecto, ahora ni en el tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás estos actos y se quitasen de en medio del tiempo... Algunos de los decretos de los cien primeros días del gobierno Rajoy parecen inspirados en esta rencorosa forma de hacer política de la derecha de este país.

Todo ello nos lleva a reflexionar sobre este tiempo que nos toca vivir. No son reformas. Es volver atrás. Muy atrás. En los derechos laborales. En los derechos civiles (la reforma del código penal, por ejemplo).

Nos gustaría una Pepa libertaria y trabajadora, contra el imperio de los mercados y del capital. Están en juego la democracia y los derechos básicos.

Quitémosles las banderas del lenguaje a nuestra derechona. Somos nosotros los ciudadanos (que llamaban “patriotas” los constituyentes en Cádiz). Los que no se callan ante las servidumbres y las políticas de ajuste que tenemos que pagar todos ante el despilfarro que ellos han ocasionado. Incluida la caza mayor de nuestro Borbón, digno heredero de la particular finca de sus ancestros.

Viva la Pepa libre de tantos sinvergüenzas.

Y los “patriotas” existen y siguen pintando mensajes como os adjunto... y que no nos distraigan con operaciones como Repsol en Argentina, que a mí me recuerdan la operación de Perejil de Aznar... ¡Por favor! estos son los que nos dan ejemplo de defensa de nuestra economía cuando van a presentar sus cuentas y recortes a Bruselas...

HOMENAJE A QUEVEDO

Serán ceniza, pero tendrán sentido.
Polvo serán, pero polvo
enamorado...

Versos de Francisco de Quevedo, cuyos restos descansan en la iglesia de Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, donde falleció un 8 de septiembre de 1645, con 55 años recién cumplidos y quebrada su salud por su larga estancia en la prisión de San Marcos de León.

Un homenaje a este extraordinario personaje, culto y chabacano, crítico y adulador, odiado y respetado, misógino y enamoradizo, frecuentador de tabernas y lupanares- Alatriste-, malhumorado y ácido, poeta y escritor tan popular que sus letrillas satíricas se recitaban en calles y plazas en aquel sucio siglo de oro:

no hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.

No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda.

Un hombre ambicioso e intrigante pero capaz de reírse de sí mismo, enemigo jurado de Góngora -¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega?- y dominador de un arsenal lingüístico que nos abruma cuando nos acercamos hoy a su obra.

Indignado de su tiempo (poderoso caballero es don dinero...), cristiano viejo pero vigilado por la Inquisición -en Villanueva se conserva una de pocas portadas de las Casas del Santo Oficio que poblaron nuestro país y sus ciudades, como podéis ver en la foto, dos tibias y una calavera, mensaje muy claro-, amigo de nobles pero también de truhanes, mercenarios y espadachines.

Escritor de solo una novela picaresca que hay que volver a leer como narración donde no mandan los hechos- que ya conocemos todos- sino el lenguaje magistral de nuestro estimado Quevedo y sus juegos y guiños. Un ejemplo: el héroe de la Vida del Buscón, Pablos en una de sus peripecias es atacado con nabos y entonces, sin pensarlo dos veces, se baja del caballo porque aquélla era una batalla nabal. Je, je... ¿no es increíble?

En fin, las comarcas de Montiel y Calatrava, las ciudades de Almagro, la coqueta plaza de San Carlos del Valle, Villanueva de los Infantes, Torre de Juan Abad -donde Quevedo tenía su casa natal y hoy es un delicado museo en su honor- y naturalmente los parajes de las lagunas de Ruidera y las Tablas de Daimiel que recorrimos con decisión, tal y como pone de relieve la foto que os envío, merecieron un fin de semana estupendo.

Yo escribo lo que vi, y doy a leer mis ojos, no mis oídos, decía el efectista Don Francisco de Quevedo y Villegas.

Ya me gustaría que la próxima campaña electoral los candidatos- y la presidenta pepera de Castilla-La Mancha, la inefable Cospe es un buen ejemplo de ello- nos dejaran leer sus ojos y se abstuvieran de molestar nuestros oídos con toda su fanfarria falsa.

RAZONES Y CLAVES PARA LEER A JEAN CLAUDE IZZO (1945-2000)

THOTAL KEOPS, CHOURMO, SOLEÁ Y LOS MARINEROS PERDIDOS

Esto es una novela. Nada de lo que en ella se cuenta, ha sucedido. Pero como me es imposible permanecer indiferente ante la lectura diaria de los periódicos, mi historia acaba tomando a la fuerza los caminos de lo real. Al fin y al cabo, todo ocurre en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera –y con mucho- cualquier ficción imaginable. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, se hace eco de lo que nos amenaza.

(Jean-Claude Izzo)

1. Fabio Montale, el protagonista de la trilogía, es un solitario y perdido marinero que como Ulises persigue su Itaca y a Lole, su Penélope. En el fondo, estas novelas son un viaje iniciático, una búsqueda de un tiempo perdido, de una ciudad inacabada.

2. Todos somos marineros perdidos –título, por lo demás de su última novela editada en nuestro país, Los marineros perdidos -que aspiramos a ser felices y no lo somos o no nos dejan. Si como una moderna versión de la Odisea se puede uno acercar a la trilogía, también le recuerda a uno la belleza y el misterio de aquel París de Cortázar poblado de Oliveiras y Magas que se ocultan y se encuentran en sus puentes.

3. Marsella, una ciudad compleja, misteriosa y difícil. El territorio de Fabio, de Izzo. Una ciudad no apta para turistas. El territorio mítico donde se desarrollan las tramas de sus novelas. Una ciudad de naufragios y esperanzas. Marsella. Sí, pero podía ser cualquier otra ciudad mediterránea, Génova, Barcelona, Nápoles, El Pireo… Marsella es como una isla, de la cual no puedes escapar. Huyes pero regresas, siempre vuelves. Porque todo el Mediterráneo, que nos fascina, está allí.

También Marsella es Valencia, ciudad que todos sabemos está hoy, como dice Izzo, a medio camino entre la tragedia y la luz.

4. El hilo histórico de la ciudad es fundamental porque las ciudades son sus personas, sus silencios, sus esperanzas. La trilogía se inicia con una frase de Jim Harrison que explica mucho la voluntad del narrador y dice así: “no hay verdad, tan sólo historia”. Por ello los libros de Izzo nos sirven para conocer la vieja polis, la ciudad de las galeras y del Vieux-Port, de la lucha contra los nazis, de las degradadas cités de inmigrantes, auténticas kasbahs, la ciudad de los enfrentamientos entre comunistas y el Frente Nacional de Le Pen...

Entender la ciudad, conocerla, es tanto como conocernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes. Quizás sea ésta una de las grandes lecciones de la lectura de Jean-Claude Izzo.

5. Pero hay más motivos para acercarse a su literatura. La comida, mediterránea y árabe, de albahaca y menta, especialmente, que puebla sus libros. Cómo no va a ser encantador alguien que recomienda el aioli (sic) como una salsa típicamente marsellesa, dice sin conocernos. Y la música, jazz acompañado del malta de mi amigo Capa, Lagavulin, Coltrane, Thelonius Monk, Miles Davis, pero también Paco de Lucía -el sur siempre- Leo Ferré…

Y los libros que leen sus personajes, libros para soñar, para aprender a luchar… como el poeta marsellés Louis Brauquier: estamos hoy sin sombra ni misterio/ en una pobreza que el espíritu abandona/ devolvednos el pecado y el amor por la tierra/ que lleva a nuestro cuerpo a conmoverse, temblar y darse.

6. La amistad y la solidaridad son las dos armas formidables, las únicas, para buscar la felicidad que persiguen desesperadamente. Cita Izzo a un tal Rudolph Wurlitzer, vivimos tiempos asquerosos, eso es todo.

Si como Emma, de Madame Bovary, a lo único que aspiramos es a ser felices, nos quedan los pequeños bares, el mar libre y poderoso donde encontrarnos.

La vida entendida en sus formas más simples, más humanas: un baño, una comida, una partida de cartas, una borrachera compartida sin malos rollos, una sombra en una terraza con vistas al mar… La vida es eso, el olor de las cosas, la luz, los sabores. (Enrique Bienzobas, blog Liberty, 7/julio/2007).

Ya decía Pantagruel que la risa es la esencia de la humanidad. Y los libros de Izzo nos ayudan -lo que no es poco- a rebelarnos contra la tremenda verdad del Calígula de Camus, que los hombres mueren y no son felices.

7. Pero también hay una lectura política, cómo no, de sus libros. Y aquí Izzo no se anda por las ramas. La peor mafia es la del propio Estado y él conoce bien Italia, la globalización, el capitalismo que nos convierte en siervos, la desmemoria, el fascismo emergente y cada día mas activo, la desesperanza… habla de Marsella, pero todos somos Marsella (véase la novela, si podemos llamarla de este modo, de Roberto Saviano, Gomorra, sobre Nápoles, para verlo todo más claramente).

8. Por último, y no menos importante, me encanta más Izzo cuando en la página web que con tanto cariño le puso en marcha su hijo, www.jeanclaude-izzo.com, leímos su artículo brillante y combativo sobre Angela Davis, pantera negra y comunista y una de las personas que me fascinaron en mi ya lejana juventud.

Ése es mi Izzo preferido. Como dice uno de sus queridos personajes, Fonfon, no por hacerse uno viejo iba a tener que callarse la boca…

Nosaltres, els valencians

Amb motiu de l’exposició en la Sala Estudi General de la Universitat de València que recorda l’edició, ara fa 50 anys, del llibre de Joan Fuster Nosaltres els Valencians (que hi romandrà fins el 18 de maig -un assaig fonamental per a entendre el valencianisme polític i cultural al nostre país-), recordem aquest text extret de les seues pàgines i que, al nostre parer, retrata una de les tesis centrals de l’esmentat treball:

"Els valencians de la ciutat de València estaven acostumats, de segles, a considerar-se ells mateixos com la «totalitat» del país. La seva situació «hanseàtica» ho fomentava. Realment, la capital «era» el país, perquè, a excepció de les altres ciutats i viles reials, ben poc potents en definitiva, la resta del regne era domini senyorial, i les classes dominants de València van haver d’assumir el paper de «dirigents» exclusius de la política regional. Calculo que si la Diputació de la Generalitat, peça de l’organització foral valenciana, no aconseguí entre nosaltres les atribucions polítiques que va tenir al Principat, i es quedà reduïda a un mer centre de recaptació tributària, és perquè no calia una institució d’abast supraciutadà: els Jurats de València, simples autoritats municipals, podien complir les funcions d’una «Generalitat» del regne. En el XVIII les comarques aflueixen sobre València, i, per primera vegada, el país sencer hi compta. Però això dura poc: la provincialització ho interromp. Castelló de la Plana i Alacant atrauran la porció del país que respectivament els pertoca en el repartiment provincial. I València no ho lamenta, no ho considera com una mutilació de la seva esfera d’irradiació capitalícia. Estava habituada a no veure gaire més enllà de les seves muralles. D’aquí que els valencians de la capital, en els darrers cent anys, quan parlen de «València», continuïn referint-se exclusivament a llur ciutat. A la ciutat i a la rodalia típica i crematística de l’horta: a la província, la d’ells només, després. Hi ha un pseudofolklore «valencià», una profusió de tòpics literaris «valencians», que, per inferència, queden emmarcats en aquell nou localisme. La nomenclatura confusionària, repeteixo, ho embolica tot. Segons això, «València» és una estampa fixa i única: el Miquelet urbà, el camp feraç, la barraca, la «llauradora ab aspecte de regina», etc: tot de coses que són solament pròpies de la ciutat i del seu terme municipal. És un clixé incompatible amb el Maestrat i amb les Serres d’Alcoi, amb el Camp d’Elx i amb els Ports de Morella: però també amb el Camp de Llíria, eixut i auster, i amb la Ribera de Xúquer, d’un altre tremp i un altre paisatge, i amb la Vall d’Albaida... El localisme «valencià», per tant, venia a donar excuses als altres provincialismes: els valencians d’un extrem i de l’altre del país no s’hi sentien representats. Si «València» era «allò», ells haurien d’ésser una altra cosa: alacantins, castellonencs o el que fos. I així, la capital renunciava a consolidar-se com a capital. El «sucursalisme» de les classes dirigents de València s’acontentava d’aquestes limitacions. Si la cosa no ha adquirit proporcions perilloses és perquè el País Valencià conserva les seves estructures unitàries, de tipus social i econòmic, bastant fortes, i València continua essent la «capital» malgrat ella mateixa: un punt inevitable de relació i de concentració. Però li manca la capacitat directiva. No «fa seu» el país ni l’encarna o el representa en la mesura que caldria. Seria sobrera qualsevol reflexió més sobre el particular. El lector se la farà pel seu compte. No hi ha dubte que el provincialisme és debilitador: per al país com a totalitat, i per cadascun dels seus membres que en el provincialisme troben un miratge d’autosatisfacció localista. No sé si mai hi ha hagut al «centre» cap confabulació per dividir-nos: però és el sinistre furor jacobí que la nostra divisió ha de beneficiar. La unitat del País Valencià, intacta en el seu fons econòmic i cultural, no té sinó un reflex insuficient en el pla de la consciència. O el reenfortim, o caurem en la més insoluble de les disgregacions. Deformant lleugerament unes paraules de Maragall, i aplicant-nos-les, podem imaginar un viatger que ens contempli i que digui de nosaltres: «Ací hi ha una gran població; però per cert que no hi ha un poble». La «població» passa a «poble» per un acte de consciència. I aquest és un pas que no tots els valencians han donat. La superació dels localismes inics i destorbadors ens és necessària com el pa que ens mengem. Començant pel localisme de la capital. Si no ho fem, els valencians estarem condemnats a esdevenir cada vegada més «provincians». Volem dir: més inerts, més despersonalitzats, més ensopits."

Gramsci, la Geperudeta y el Comisario Ricciardi

Acabo de descubrir a un autor italiano, napolitano, verdaderamente curioso: se llama Maurizio de Giovanni. No tiene foto de carátula en ninguno de los libros que he leído. Aunque volviera a Nápoles y a su calle Toledo no podría reconocerlo -ya os contaré en otra ocasión mis aventuras por esta ciudad, el norte de África implantado en el sur de Europa- si me lo encontrara de cara. Me da rabia cuando uno disfruta con una buena novela, con dos en su caso. 

Bueno, al grano: sus novelas tienen como eje central a un comisario de policía en la Nápoles fascista de 1931 con los títulos El invierno del comisario Ricciardi y el segundo volumen editado en nuestro país,  La primavera del comisario Ricciardi.

Francamente, son dos estupendas historias de las que no adelanto nada para el interesado. 

Lo que sí voy a desvelar es que el comisario ve a los muertos. A los asesinados, a los desamparados, locos e inocentes que diríamos los valencianos (la Geperudeta dixit)  Sí, le hablan, le dan  mensajes, le susurran penas. No puede hacer nada por evitar sus tragedias y, naturalmente, tampoco hacerles justicia. Lo que hace a nuestro Ricciardi un hombre taciturno, obviamente, pero solidario y estremecido. Y... ¡alto!, no hay nada de telefilms norteamericanos al uso, de videntes, etc., nuestro comisario tiene ese don, o esa maldición y así se construyen estas extraordinarias investigaciones criminales y políticas...

Pues bien, permítaseme imaginar que nuestro funcionario se encontrara con uno de sus muertos vivientes. En este caso  Antonio Gramsci, ya sabéis, uno de los teóricos marxistas italianos y dirigente comunista más interesante de Europa, que falleció en una de las cárceles de  Mussolini en 1937, y como los muertos que ve nuestro comisario, ésta seria la voz de mi estimado Gramsci. Para nosotros y nosotras en este tiempo difícil: 

"Instrúyanse porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia, conmuévanse porque necesitaremos de todo nuestro entusiasmo y organícense porque necesitaremos de toda nuestra fuerza".

Los locos, los desamparados y los inocentes estamos en ello. Palabra de Ricciardi.

Salud y buen corazón.

Una Visita a San Juan del Hospital

Constanza Hohenstaufen (1230-1307), emperatriz de Grecia, hija de Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y de Blanca Lancia D’Agliano, margrevina del Piamonte, murió en el Palacio del Real de Valencia el 15 de abril de 1307. Fue enterrada en la iglesia de San Juan del Hospital, en la capilla de Santa Bárbara que ella misma fundó. Sus restos se encontraron antes con el pudridero instalado en la cripta.

Una cripta a la que se accede a través de una escala vertical que permite al visitante un breve pero asombroso descenso, tras abrirse una gran losa digna de Indiana Jones. Cuando se llega a la cripta podemos observar la entrada al pudridero pero nuestra mirada se desliza anonadada al mismo suelo: estamos pisando la arena del antiguo circo romano de la Valentia del s. III. En medio, restos del muro de la spina. Un circo que pudo tener unos 350 m. de longitud y cuyo centro atraviesa esta parte del patio sur del conjunto arquitectónico de S. Juan del Hospital. Un circo que abarcaba toda la zona comprendida entre la iglesia del Patriarca y la plaza de Nápoles y Sicilia. Precisamente, Constanza heredaba estos reinos cuando fueron invadidos por Carlos de Anjou. Terminó en Aragón y de allí se trasladó a Valencia. Una ciudad que, entonces, contaba con un gueto judío cuyo límite norte era la calle Cristòfol Soler, contigua a este patio donde fue enterrada la emperatriz de los griegos.

Justo atrás del antiguo cementerio de la iglesia se encuentra todavía esta calle, convertida en un callejón interior entre el espacio de los arco-solios del recinto hospitalario y la parte posterior de los edificios modernos. Allí podemos detenernos y contemplar los restos de una casa judía, probablemente una sinagoga o casa de oración que, seguramente, es lo único que pueda quedar en pie de la antigua judería.

Tornatemps quiere agradecer a Margarita Ordeig Corsini, mujer amable y sabia, sus explicaciones, su generosidad al abrirnos las puertas de este inolvidable patio, su esfuerzo al abrir la losa que cubre la cripta y su disposición para con nosotros. Nos ha transportado a un lugar ciertamente mágico y, creemos, muy desconocido en nuestra ciudad. Un rincón en donde el aroma de lo antiguo permanece, afortunadamente casi incólume, acogedor y repleto de significados.

La Fira del Llibre Antic

A València es celebra tots els anys la Fira del Llibre Antic i d’Ocasió. Cap el final del mes de febrer i fins el 19 de març, les casetes locals i forànies de les llibreries de vell s’ajunten a la Gran Via Marqués del Túria i ofereixen veritables joies de la bibliografia més o menys oblidada en aquests temps d’audiovisuals, velocitats i rapideses cap no se sap on i altres diversions superficials i molt subvencionades pel poder romà imperial de torn (tot i que ací el poder és el mateix des que som xicotets). La Fira del Llibre de València és un oasi de racionalitat i una fita esperada pels amants dels llibres. Nogensmenys, sempre, i al rerefons de la seua presència ciutadana, assistim a problemes diversos i no menor és el de la seua ubicació. El 2011, la Fira va obrir el novembre, doncs l’habitual mes de març la Gran Via es trobava tallada per obres. Pensem alguns que no s’ubica en el millor dels llocs...

La ciutat compta, sens dubte, amb carrers, places, racons que podrien albergar molt dignament, i amb menys polseguera com la que s’alça a sovint en el seu actual lloc, les casetes dels llibreters. Una ràpida ullada per alguns d’aquests possibles emplaçaments ens fa pensar en la Plaça del Patriarca, recuperada per a un passeig tranquil i tot just al costat del carrer dels Llibreters, punt històric de llibreries a la ciutat. A més, aquest racó, darrere de la Universitat, ens fa també imaginar una presència estable com així compten altres ciutats (la “Cuesta de Moyano” a Madrid, per exemple). És tracta, a més, d’un lloc cèntric però tranquil, allunyat dels sorolls del trànsit que ofeguen la ciutat en altres punts.

La plaza del Patriarca

I parlant dels vehicles a motor. Recentment han estat desallotjats del Pont dels Serrans, amb la peatonalització de la nova placeta de la Crida. Potser també en seria un bon punt aquest per gaudir dels llibres antics, incloent-hi el propi Pont, gairebé a la manera parisina de les llibreries junt al Sena. No n’és problema que no discorra l’aigua pel riu vell. Si comptem amb llibres. Cada vegada més necessaris i necessitats d’un raconet a l’alçada de la seua importància cultural.

Dos Museos Poco Conocidos

El Museo de la Imprenta es un recorrido completo desde la imprenta de Gutenberg, en el siglo XV, hasta los sistemas de impresión de comienzos del siglo XX. Especialmente significativa es la sección dedicada a la evolución de las maquinas de fotocomposición desde el siglo XIX hasta nuestros días y una buena colección de carteles de la Litografía Ortega. En el espacio dedicado al libro hay que reseñar una importante colección de facsímiles de incunables muy importantes, además de pasar revista a los útiles de la xilografía, el grabado y la encuadernación. Y algunas agradables sorpresas como la furgoneta Ford de 1902 que utilizaba la antigua Imprenta Vila, radicada en la calle Embajador Vich.

La visita esta magníficamente guiada y es gratuita.

Hay que concertar cita llamando al 961 96 12 72.

museo arrozMaqueta del molino

Reproducción del molino a escala natural

En cuanto al Museo del Arroz hay que señalar que nos encontramos ante una excelente rehabilitación que recupera todo el proceso de industrialización del arroz, de los trabajadores y utensilios, para de este modo tener una perspectiva global de todo el proceso de transformación del arroz cáscara, procedente de los campos en arroz blanco apto para el consumo. El molino donde se sitúa el museo comenzó a funcionar a principios del siglo XX y su rehabilitación, de manos de la Universidad Politécnica de Valencia, ha sido ejemplar, con la sola excepción de la escalera exterior que une sus diversos pisos y que podía haber sido realizada con un estilo menos agresivo.

Visitar este museo, que también tiene visita guiada y abre todos los dias -menos los lunes- y los sábados y domingos es gratuita, nos permitirá, además, pasear por el entorno de esta zona del Canyamelar y del Cabanyal, tan bella y amenazada.

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