paseando la historia de tu ciudad

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ISIS EN VALENCIA

Isis es el nombre griego, como todos sabemos, de una diosa de la mitología egipcia. Su nombre egipcio era Ast, que significa trono. Fue denominada "Gran maga", "Gran diosa madre", "Reina de los dioses", "Fuerza fecundadora de la naturaleza", "Diosa de la maternidad y del nacimiento". Su culto se extendió por todo el imperio romano y fue muy popular en sectores sociales como esclavos o trabajadores manuales. Y hablar de esta diosa y de su presencia en Valencia es porque disponemos de una inscripción romana suya, encontrada en 1759, junto al cauce del río Turia y hoy situada prácticamente enfrente de la biblioteca y del centro deportivo de la Petxina. 

Unos años después de su descubrimiento, con más suerte que otros hallazgos y vestigios antiguos, se conmemoró este descubrimiento con un adorno de piedra que hoy podemos todavía admirar. La estela dedicada a Isis, muy deteriorada y hoy con grafitti incluido, dice: sodalicium vernarum colentes Isid, es decir, el colegio de los vernas o vernáculos de los adoradores de Isis. Es la lápida de abajo. 

Junto a esta inscripción aparece otra, arriba, en latín, de los descubridores allá por el siglo XVIII, que invita al paseante a apreciar la belleza simple del monumento: detente, amador de las antigüedades. Estas dos lápidas sepultadas en el álveo del río fueron descubiertas en el año del Señor 1759 y en el siguiente se colocaron en este más próximo lugar. Di en dónde y cuándo fueron colocadas,  dice en latín. Pocos peatones, como pudimos observar mientras la fotografiábamos, contestan a la invitación aunque la desidia municipal en señalizar lo valioso del monumento tiene mucho que ver, sin duda.

Ambas inscripciones están coronadas con el escudo de la antigua Valentia romana, una cornucopia -expresión latina de cornu, cuerno, y de copia, abundancia- sobre un haz de rayos, símbolo del poder del dios Zeus (Júpiter en el mundo romano).

Esta imagen de ciudad proyectada por las elites como centro de prosperidad, de abundancia, asociada a la riqueza de su huerta y de sus productos ha sido un lugar recurrente en la historia de nuestra ciudad... hasta nuestros días.

Posiblemente, el pequeño grupo de esclavos en la Valencia romana  que se refugiaron en estos cultos orientales tenían una opinión bien diferente al respecto.

LA URNA FUNERARIA DE ARNAU DE VALERIOLA

Recuerde el alma dormida

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo  se pasa la vida,

cómo se viene la muerte,

tan callando.....

Son los versos de Jorge Manrique, tan conocidos, las coplas a la muerte de su padre, maestre de Santiago, Don Rodrigo Manrique. Y ellas nos llevan a una de las piezas medievales más extraordinarias, y menos conocidas, que podemos admirar en nuestra ciudad: la urna funeraria de Maese Arnau de Valeriola, del 1340.

Se conserva en el Museo de Bellas Artes, en la sala del gótico y como  escondida en un lateral, a mano derecha, al entrar en la sala principal y acceder en estos momentos a la modesta sala dedicada a Sorolla.

La foto nos costó una severa reprimenda de los empleados que descubrieron el flash de la cámara y que ya no dejaron de vigilarnos cuando, sorprendidos, nos arrodillamos para observar detenidamente el friso magnífico de este testimonio eterno sobre la memoria. Desde luego no es el códice Calixtinus de Santiago de Compostela para llevarse cómodamente. Pero no dejaron de estar al loro.

Y lo entiendo. Es una obra magnífica que merece un detenido examen. Los detalles del almohadón donde reposa la cabeza, la precisión de la daga y el perro -símbolo de la fidelidad y el honor- contrastan con una cierta rigidez del rostro que a los estudiosos les mueve a pensar que fue obra de un orfebre detallista más que de un trabajador del mármol en que está realizada. Pero es el friso inferior el que merece mas atención pues nos encontramos ante uno de los escasos retratos medievales del duelo y el sentimiento, incluso con restos de la policromía que resaltarían aun más esta bella urna, trasladándonos ante un hecho inmemorial que se llama recuerdo de quienes hemos querido y estimado y que ya no están con nosotros. Antes y ahora.

BLASCO IBÁÑEZ Y VALENCIA

El sueño de Blasco Ibáñez -uno de sus sueños- fue, sin duda, construir una ciudad, Valencia, afrancesada, laica, popular (el Ayuntamiento dominado por los blasquistas llegó a gravar económicamente el toque de las campanas de las iglesias). Todavía nos queda  hoy en día la frase acuñada en su época, acabar como el rosario de la aurora, puesto que los blasquistas tenían verdadero gozo en perseguir a pedradas las procesiones. Naturalmente, los grupos católicos tampoco se arredraban en atacar los casinos y tabernas blasquistas. Valencia fue, en aquellos años, una ciudad apasionada, violenta a veces, de fuertes opiniones encontradas. Muy viva.

Detalle del catafalco de V. Blasco Ibáñez

Frente al modelo político decimonónico de los partidos oligárquicos y de minorías selectas -estilo Marqués de Campo- Blasco construyó un partido de masas, en el cual la movilización cívica y popular fue intensa y decisiva.

El blasquismo fue sobre todo una idea, paradójica y contradictoria si se quiere, pero un verdadero motor que movilizó las conciencias y la vida de los habitantes de la ciudad de Valencia que aspiraron, con Blasco, a vivir en una ciudad-estado parecida a la de Pericles de Atenas.

Blasco, un republicano de corazón, un periodista anticlerical feroz. Un escritor de notables éxitos editoriales. Viajero apasionado y bon vivant. Masón (bajo el seudónimo de Danton, muy significativa la elección de este personaje de centro-izquierda revolucionario francés), mujeriego, valiente. Culto y popular, parco en nada, ni siquiera en el desprecio a los múltiples enemigos que tuvo. Un Chateaubriand de Velluters, pagado de sí mismo. Desmesurado e infatigable escritor…

Todo ello ha quedado muy diluido y descafeinado en la exposición del MUVIM que durante los primeros meses de 2012 ha protagonizado, en el subsuelo, nuestro estimado Blasco, a pesar del notable interés del material aportado y el escandaloso gasto de la muestra. Blasco, a nuestro modo de ver, se merecía una exposición bien distinta.

Porque la pregunta es ¿qué queda de la Valencia de Blasco?

Si Blasco Ibáñez pudiera echar un vistazo a su estimada ciudad quedaría horrorizado al verla plagada de universidades católicas. Donde el laicismo está mal visto y los ensanches de sus sueños parisinos para nuestra ciudad son meras operaciones especulativas. Una ciudad gobernada demasiado tiempo desde el desprecio a la memoria y a sus ciudadanos... Volvería a su modesto nicho del cementerio civil de Valencia con lágrimas en sus ojos….

Cerca del Mercado estuvo la casa donde nació, en la esquina de la calle del Editor Manuel Aguilar y una placa así lo recuerda. Y en la calle Don Juan de Austria, número 14, la sede de su combativo periódico, El Pueblo. Y para variar, en esta ciudad de estatuas ambulantes y cambiadas -la plaza de Cánovas tiene una escultura del Marqués de Campo, por ejemplo-, la Avenida dedicada a su nombre no cuenta con ninguna escultura suya. Por cierto, dicha Avenida fue renombrada por el Frente Popular como Avenida de la Unión Soviética. Las tropas franquistas le cambiaron el nombre inmediatamente tras ocupar la ciudad y la denominaron Vía Triunfal. Durante el franquismo, como os acordaréis todos los que estudiamos en las viejas aulas universitarias de aquella época, Paseo Valencia al Mar. Y en 1977 el Ayuntamiento democrático adoptó este homenaje a Blasco.

Pocas cosas quedan de don Blasco a reseñar en nuestra ciudad. Su Casa-Museo de la Malva-Rosa, muy abandonada por el Ayuntamiento, su austera lápida en el Cementerio Civil de Valencia, y un periódico, Arte y Libertad, que sale cuando se lo permite la publicidad.

Pero nos queda su gigantesca obra donde hay posibilidades de encontrar todavía una buenas historias.

LOS LIBROS SON TÍMIDOS

Siempre he olfateado los libros, al igual que los cuadernos, con un gesto instintivo, primario, animal.

Creo además que el olfato es el más potente de los sentidos. En todo caso, el que posee mayor poder evocador (...)

Los olores de los libros son extraordinariamente variados. Las páginas brillantes, con las reproducciones de cuadros o fotografías, huelen a ácido, como los bocadillos envueltos en celofán que se venden en las estaciones; las páginas muy delgadas de papel biblia huelen a lencería seca y planchada.

 

Las páginas de los viejos libros huelen a polvo de tocador comprimido, a polvos de talco. Ciertos libros huelen a tiza que usan las modistas.

Los olores que exhalan los libros son su poesía.

Leído en la novela Los libros son tímidos de Giulia Alberico, con una portada extraordinaria, de señora leyendo en un parque y que me ha recordado a mi entrañable amigo.

ESTÀTUES I PARADOXES

València és una ciutat estranya. Possiblement, no més que algunes altres, però amb elements prou identificables per a considerar misterioses certes decisions presses en diferents moments i que afecten a això que se’n diu coherència, si més no mínima correspondència, entre noms i objectes. Per exemple, la ubicació de les estàtues i bustos que volen commemorar fets o personatges.

No està exempta la ciutat de múltiples paradoxes, tantes que no és difícil pensar en alguna recurrent maledicció que patisquen els responsables de (des)connectar i fragmentar les distintes referències al mateix. Els exemples en són abundants.

Placa a Vinatea

Estàtua a Josep Romeu

La plaça on és el Parterre s’ha anomenat del Príncep Alfons i ara d’Alfons el Magnànim, però l’única estàtua que ha presentat és la de Jaume I. Aquest, per altra banda, té un carrer dedicat lluny de la seua representació a cavall. Quelcom semblant passa amb el substitut del “burro i l’aca”, el pobre Vinatea, col·locat a la plaça abans anomenada d’Emilio Castelar, tot i que el carrer Vinatea es troba a Velluters. Per cert, una placa en la façana del Convent de la Puritat (antic lloc de la Confraria de Sant Jaume) recorda l’eixida de “l’esforçat Vinatea” en 1333 “per a oposar el protestament de València” al contrafur del rei Alfons II. Una placa molt interessant, doncs es remunta a l’any 1933, impulsada per partits i agrupacions republicanes de l’època que hi figuren.

Altre personatge que també es va rebel·lar al seu moment va ser Josep Romeu i Parras, sublevat contra l’ocupació francesa i natural de Sagunt. Serà per això que el seu bust es troba al carrer de Lleida però quasi en la confluència amb el carrer de Sagunt? Ací està el nostre guerriller, Nogensmenys, el carrer Heroi Romeu està en Abastos. Romeu va ser penjat a la plaça del Mercat de València i els seus restes traslladats al cementeri del Carraixet. Tenia 34 anys.

Si caminem cap a l’esquerra després de veure el bust de Romeu trobarem una altra efígie, no sabem si també heroica. Molt a prop està el malmès Nino Bravo. Ho haveu endevinat: el seu carrer no hi és per la zona. Hem d’anar a Mont Olivet, junt a l’Autopista de El Saler. No obstant, en un cantó dels carrers Visitació i Ruaya hi ha una placa que recorda que el cantant hi va viure.

Bust en memòria de Nino Bravo

I ja que estem al carrer Ruaya podem visitar la Casa Museu de Concha Piquer i buscar el seu bagul. Però si volem veure el carrer que li dedica la ciutat haurem d’anar a l’Avinguda de Campanar. I encara més: la nostra cupletista té un bust. On? ni al seu carrer ni a la seua casa: al principi de l’Avinguda de la Constitució, compartint espai amb la font de Goerlich que estigué en el mercat de flors, conegut popularment com “La Tortada”. Boniques fragmentacions d’aquesta estranya ciutat.

Com que anem d’artistes, donem una ulladeta als pintors. I per no allargar-nos massa només un exemple: Ribera, el xativí nascut a finals del s. XVI  i que Marià Benlliure va modelar per a la posteritat. Ha tingut la seua estàtua diferents ubicacions. Ara la podem admirar a la plaça de Teodor Llorente –nom coherent, donat que s’hi troba la casa del poeta-. Però el carrer Ribera està una mica lluny, no? De la itinerància de molts grups escultòrics a la ciutat ja va parlar fa uns anys Manuel Peris, en una molt interessant sèrie publicada al diari “El País” i que portava com a títol “La ciudad de las estatuas ambulantes”. No ha canviat res des d’aleshores.

Un carrer que no podria albergar un monument que, probablement, li correspondria és el del Marqués de Campo. Poc d’espai per a tan enorme conjunt escultòric, així que està a la plaça de Cánovas del Castillo, polític conservador, com també ho era ideològicament l’oligarca valencià.

Parlant d’oligarques. Tenim una plaça i un carrer de la Reina. Repetició de nom però no de persona. Cap informació complementària en ambdues retolacions ens indica la diferència.

N’hi ha més casos. Deixem-los per a altra ocasió.

NOMBRES COMUNES

Es sabido que la cuestión de la identidad es un problema filosófico de primer orden. Eso que, desde antiguo, concita reflexiones de hondo calado metafísico y lógico en las que ya Aristóteles se devanaba sus neuronales circuitos grecoparlantes para encontrar solución a tan grave asunto: el de captar la naturaleza última de una cosa, su esencia inmutable (aunque no imperecedera). Algo podía dejar de ser y convertirse en otra cosa, descubrimiento que nos deja atónitos ante la verdad de su simple enunciado.

La font a la Plaça de Sant Vicent Ferrer (o de la Congregació o dels "patos").

Y es que las cosas cambian y sus nombres se desvanecen. Aquí, la razón común aporta eso a lo que el poder no llega, un lenguaje, que es de todos y de nadie. Referencias para desactivar el ornato semántico con que la administración de muerte –que diría García Calvo- nos confunde.

Porque, a ver, qué son sino patos esos presuntuosos cisnes de la fuente que vemos a diario frente a la Iglesia de Santo Tomás y S. Felipe Neri (las parejas de hecho son antiguas, por otra parte). ¿Y esos ánades que custodian tres venerables ninfas en la plaza de Rodrigo Botet? ¿Qué son? Patos, también.

La predilección por entender a los animales es proverbial en esta ciudad. En la procesión del Corpus, ese vestigio medieval y un tanto surrealista, hay buenos ejemplos: Noé aparece con una paloma, animal superviviente del diluvio que aparece un buen día revoloteando con una rama de olivo presagiando el final de la riuada. El traductor simultáneo popular lo ha rebautizado inmediatamente como “l’agüelo del colomet”, mucho más en consonancia con la realidad indígena. Pero hay más: el león que un S. Marcos de pega blande en sus manos es “la mula”, lo cual tendrá que ver con la discutible competencia del autor del animalito. Aunque quién sabe si de haber salido más realista la figura, la imaginación popular no la hubiera convertido igualmente en asno.

Fuente del Negrito.

Escudo de Valencia en la Casa Vestuari.

Sin embargo, la distorsión por antonomasia, la emblemática deconstrucción del poder en sí mismo, es el murciélago, en origen un dragón émulo de los caballeros y nobles de la Francia, transmutado en rat penat como por arte de sentido común y sensatez zoológica. Una clarividencia quizá dejada de lado cuando se rebautiza la fuente que conmemora el canal Xúquer-Túria como la Pantera Rosa, dejándonos llevar por iconos universales y reconocibles. Sin embargo,  hay un caso a la inversa: el cocodrilo del Patriarca es un dragón.

No faltan en Valencia, sin embargo, originales formas de apuntar a lo evidente: el Negrito lo es, no cabe duda, aunque sea la fuente más antigua de la ciudad. Y recorriendo los viejos lindes de la ciudad antigua un río sin agua y un pretil admirable, no tan antiguo como para justificar el popular dicho: “això és més vell que la barana del riu”. “Qüestió de noms”, que dijo Joan Fuster.

UN NUEVO LIBRO DE BENJAMÍN PRADO

"La mayor parte de los jueces son incorruptibles: nadie puede inducirlos a hacer justicia".

 

La cita es de Bertolt Brecht y la recoge Benjamín Prado en su novela Operación Gladio, una extraordinaria guía por el tortuoso camino que llevó a España de la dictadura a la democracia, lleno de conquistas y renuncias, acuerdos históricos y pactos vergonzosos. Está editada en Alfaguara el año pasado y se encuentra fácilmente en las bibliotecas públicas.

 

¿Qué tenían en común el asesinato de los abogados laboralistas de la calle de Atocha, el magnicidio del almirante Carrero Blanco, los atentados de los GRAPO, la guerra sucia contra ETA y la violencia que jalonó la Transición española?

Benjamín Prado

Esas preguntas conducen a la periodista Alicia Durán hasta la Red Gladio, organización anticomunista promovida por la CIA tras la Segunda Guerra Mundial que mató a miles de inocentes para sembrar el caos y evitar la expansión de la izquierda por Europa. El éxito de su investigación, llevada a cabo entre España e Italia, correrá paralelo al riesgo de su vida... Mientras reconstruye esa historia y la de un republicano capturado en Francia, ejecutado cerca de Madrid y, veinte años más tarde, enterrado en secreto en el Valle de los Caídos, cuyos restos intenta recuperar su hija,

Mezclando realidad y ficción con grandes dosis de suspense, Benjamín Prado nos presenta en esta novela de espías una revisión crítica de nuestro pasado más reciente coprotagonizada por Juan Urbano, el personaje central de su anterior obra, la celebrada Mala gente que camina.

36 JUSTOS

"Hay una historia que mi abuelo Carlo me contaba siempre, un relato de la tradición judía. En el mundo, en cada generación, hay siempre presentes 36 justos. Ellos no saben que lo son y nadie sabe quiénes son. Pero cuando el mal parece prevalecer, ellos se oponen a él. Y ese es uno de los motivos por los que Dios no destruye el mundo. De ahí que comprender, entender lo que no funciona y tratar de cambiarlo me haya parecido siempre un gesto de gran esperanza. La idea de que, aun haciendo cosas sencillas, o consideradas sencillas, se puede salvar el mundo, siempre me ha llenado de felicidad.

Hay un poema que sintetiza todo ello, es de Borges y se titula Los justos:


Un hombre que cultiva su jardín, como quería

Voltaire.


El que agradece que en la tierra haya música.


El que descubre con placer una etimología.


Dos empleados que en un café del sur juegan un

silencioso ajedrez.


El ceramista que premedita un color y una forma.


El tipógrafo que compone bien esta página, que

ni tal vez le agrada.


Una mujer y un hombre que leen los tercetos

finales de cierto canto.


El que acaricia a un animal dormido.


El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.


El que agradece que en la tierra haya

Stevenson.


El que prefiere que los otros tengan razón.


Esas personas, que se ignoran, están salvando el

mundo."

Podría copiaros más de este contundente y emocionante libro de Roberto Saviano (el autor de Gomorra), Vente conmigo, que acabo de leer en Anagrama de un tirón, pero este es suficiente, creo, de su  tono y compromiso. 

La Italia, mi querida Italia, honesta, cívica, resistente, tan alejada del circo, la corrupción y el poder que se han adueñado del país. Un libro imprescindible y con tantos ecos en la situación de nuestro país que sobran los comentarios.


Aquí necesitamos, al menos, 360 justos para detener este latrocinio, ¿seremos capaces? Latrocinio, corrupción y, últimamente, la ocupación de las calles de Valencia por enfurecidos herederos directos de los vetustos grises... Cascos, porras, violencia aparentemente de otros tiempos, no tan lejanos... y cada vez más cercanos. Como el exhibicionismo del jefe de todos los grises –ahora azulados pero clónicos de sus ancestros- dando puñetazos en la mesa y hablando de las fuerzas enemigas. No hay nada mejor que el olor a pólvora por las mañanas... ¿recordáis? El mejor indio es el indio muerto, etc. Nos asaltan a algunos referencias cinematográficas cuando los de siempre están empeñados en resucitar el NODO. Muchas gentes de bien se han sorprendido por la desproporcionada reacción de las fuerzas del desorden público. Pero siempre han estado ahí, sin ir más lejos frente al Palau de Benicarló en las pasadas jornadas del 15M. Por cierto, entonces, como ahora, el sheriff local era el mismo. También lo era cuando limpiaron el Cabanyal de sucios manifestantes anacrónicos... A todos ellos, a los del 15M, a los del Cabanyal, a los estudiantes, a todos los que esgrimen la razón y la inteligencia frente a la apoteosis de la sangre y la descomunal fuerza bruta de que son capaces los esbirros y sus mandamases, les convienen los versos de Borges: Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

UN POEMA DE WISLAWA SZYMBORSKA

Recientemente ha fallecido la extraordinaria poeta polaca Wislawa Szymborska, anciana jovial y picarona -tengo delante de mí una foto tomada en su Cracovia natal-, premio Nobel en 1996 y que nos ha legado unos bellos y tranquilos poemas repletos de temblor existencial que conviven con momentos, no se sabe si felices, pero que en todo caso no se quieren cambiar por ninguno más:

Wislawa Szymborska

...uno de esos terrenales instantes

a los que se pide que duren.

 Os copiamos uno de sus poemas de su libro Instante, verdaderamente brillante:

Contribución a la estadística


De cada cien personas,

las que todo lo saben mejor:

cincuenta y dos,


las inseguras de cada paso:

casi todo el resto,


las prontas a ayudar,

siempre que no dure mucho:

hasta cuarenta y nueve,


las buenas siempre,

porque no pueden de otra forma:

cuatro, o quizá cinco,


las dispuestas a admirar sin envidia:

dieciocho,


las que viven continuamente angustiadas

por algo o por alguien:

setenta y siete,


las capaces de ser felices:

como mucho, veintitantas,


las inofensivas de una en una,

pero salvajes en grupo,

más de la mitad seguro,


las crueles

cuando las circunstancias obligan:

es mejor no saberlo

ni siquiera aproximadamente,


las sabias

a posteriori:

no muchas más que las sabias a priori,


las que de la vida no quieren nada mas que cosas:

cuarenta,

aunque quisiera equivocarme,


las encorvadas, doloridas

y sin linterna en lo oscuro:

ochenta y tres,

tarde o temprano,


las dignas de compasión:

noventa y nueve,


las mortales:

cien de cien.

Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.

EL MARQUÉS DE CAMPO

Es el prototipo de la aristocracia financiera valenciana del siglo XIX pero sus rasgos y estilo son un retrato de una burguesía periférica y monopolista.

Su fuerte, unir la política a los negocios. 

Por ello no nos extraña que a los 29 años fuera alcalde de Valencia, en 1843, y pusiera su cargo a trabajar en la expansión de sus  propios negocios en orden a traer el alumbrado, las aguas potables o el ferrocarril a nuestra ciudad. La estatua que realizara Benlliure preside hoy la plaza Cánovas de forma bien significativa y es un monumento a estas proezas que reportaron modernización sí, pero sobre todo muchos duros a sus bolsillos y el de sus amigos (Véase la fotografía “Monumento al Marqués de Campo (Marqués)”).

Monumento al Marqués de Campo

Josep Campo, el seu fill i uns coloms. Si li llevem les patilles, no sembla Franco?

Igualmente se le dieron bien los negocios inmobiliarios, en una creciente ciudad en expansión como era Valencia (urbanización del Pla de la Saïdia). 

Y para reconciliarse con la caridad cristiana, eso sí, construyó el Asilo que hoy es Museo de la Beneficencia. 

Posiblemente, hoy se echaría las manos a la cabeza viendo cómo se han dilapidado los recursos valencianos de forma tan fatua y estéril, donde por no tener ya ni tenemos un sistema financiero de denominación de origen. 

El Marqués de Campo fue un cacique de la época, un banquero (sin embargo, con importantes quiebras como su banco Sociedad Valenciana de Fomento), un empresario del ferrocarril, un gran propietario de tierras e, incluso, al final de su vida, hasta un naviero. 

Usó y abusó de su poder político en la ciudad, pero significativamente no invirtió en el desarrollo industrial de la misma. 

Por poner un solo ejemplo, pero muy vistoso: todas las tuberías que tuvieron que emplearse en la canalización del agua potable no fueron encargadas a las caldererías valencianas como la Devis, no. Fueron traídas desde Inglaterra. 

Hablar pues del Marqués es hacerlo del capitalismo monopolista del municipio, del férreo control político que unas pocas familias tenían a su alcance (el voto era censitario, menos de un uno por ciento de los habitantes de Valencia podían votar estos años) pero también todas estas fortunas se hicieron  a base de los bajísimos salarios, de la sobreexplotación de los campesinos y labradores y de la eliminación de toda competencia.

 Es un modelo que hoy parece resurgir con fuerza.

Una part del monument va ser fosa a Madrid. Altres parts a la Fundició Crescenzi (Roma). Aquesta última és la mateixa fundició de l'estàtua a Ribera ubicada a la plaça Poeta Llorente, obra també de M. Benlliure

Representació de La Marina en el monument al Marqués de Campo (Gran Via Marqués del Túria amb Plaça de Cánovas del Castillo). Obra de M. Benlliure

Apuntar, por último, que su decidida voluntad de hacer de la política una herramienta para sus variados negocios le hizo, desde muy pronto, disponer de varios periódicos a su disposición, entre ellos LAS PROVINCIAS que, todavía hoy, sigue editándose pero con un sesgo aun más conservador.

Su casa-palacio, en la plaza del Arzobispado, fue la antigua residencia nobiliaria de los duques de Villahermosa y hoy Museo de la Ciudad. Durante los años de la década ominosa de los absolutistas de Fernando VII fue sede de la capitanía general del general Elío, asesino de tantos y tantos liberales de la época, y frente a este palacio, el 10 de marzo de 1820, se produjo la victoria liberal y la detención y ejecución de Elío. La Capitanía General se trasladó definitivamente al Convento de Santo Domingo.

El Marqués no sólo se encuentra como figura central del monumento citado, obra de Benlliure. Su singular ceño y sus profusas patillas nos siguen mirando desde cierta lápida que conmemora la llegada del ferrocarril a la ciudad. Hay que entrar en la Estación del Norte para verlo y leer, junto a su nombre, el de otros implicados en aquel pionero y lucrativo negocio.

MÁQUINAS DEL TIEMPO

Las calles y plazas de la ciudad donde vivimos son máquinas del tiempo. Tienen historias invisibles a las que sólo podemos acercarnos si cerramos los ojos y vagamos por el tiempo. La plaza de San Agustín, una de las que más transito habitualmente y cita de tantas movilizaciones democráticas y sindicales, encierra un punto de fuga- que diría mi estimado Albert -lleno de misterio y de horror que paso a relataros.

La iglesia de San Agustín es hoy un templo anodino y neogótico levantado durante el periodo más oscuro de la historia de la ciudad. Exactamente un año después de la victoria franquista que sumió a la ciudad en la oscuridad y la represión, 1940. El viejo monasterio había sido destrozado durante la invasión napoleónica y en los años sucesivos, el abandono y la guerra civil hicieron el resto.

Iglesia de San Agustín

Pero cerremos los ojos y trasladémonos a 1272, una ciudad también conquistada hacía pocos años a los musulmanes y podremos ver cómo se alzaba, al lado mismo de las primeras fortificaciones árabes (que se pueden contemplar hoy día en el MUVIM), una iglesia y un convento donados por el rey Jaume I a sus capellanes castrenses, los agustinos. El complejo religioso creció y terminó dentro de la nueva muralla cristiana.

Antiguo Portal del Hospital

Pero sigamos imaginándonos esta plaza y una nueva construcción al lado del convento e iglesia, un hospital, donado a la ciudad por un gentilhombre del que conocemos su nombre, Ramon Guillem Català que, según recogen las crónicas, un 1 de mayo de 1334 hizo allí construir un edificio para el alojamiento de pobres y su atención médica. Quienes se iban a hacer cargo de la misma serían los beguins, mujeres y hombres seglares ligados a un voto de humildad y pobreza que los emparentaba con el poderoso movimiento europeo de los fraticelli, los franciscanos menores que defendían la vida pobre de la iglesia primitiva y que los apóstoles y Cristo no habían tenido nunca propiedad alguna. Este hospital se puso bajo la admonición de Santa María, Santa Maria dels Beguins.

Estos beguins, estos fraticelli, son los que aparecen excelentemente retratados en la vieja y magnífica novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, que también fue todo un éxito cinematográfico en 1986 bajo la dirección de Jean-Jacques Annaud y donde podemos recordar al fraticelli Salvatore, ejecutado por Ron Perlman con fuerza y maestría (su “penitenciagite” es impresionante) y sus conversaciones con el antiguo inquisidor Guillermo de Baskerville-Sean Connery.

Fotograma de la película "El nombre de la rosa"

En el libro, que he vuelto a leer, Guillermo afirma que dejó su infame trabajo cuando descubrió que le faltaba coraje para hurgar en las debilidades de los malvados porque comprendió que son las mismas debilidades de los santos. Pero nuestra comunidad beguina no tuvo esa suerte y, según algunos historiadores, en el año 1353 el monje director del hospital fue emparedado vivo y sus seguidores quemados acusados de herejía, siguiendo las ardorosas persecuciones que los sucesivos papas de Roma ejercieron contra estas minorías religiosas que ponían en tela de juicio el poder de la iglesia y sus riquezas.

La Plaza del Mercado en el SXIX

El hospital pasaría a manos de los dominicos y del apocalíptico Sant Vicent Ferrer, cuya estatua -en una esquina de la iglesia- sigue hoy vigilante, en la plaza actual.

Y el remolino de la historia se tragó para siempre aquellos hombres y mujeres que ofendieron al dios del dinero y el poder. Como el maestro de Russafa, Gaietà Ripoll, la última víctima de la Inquisición ejecutada en nuestra país durante el gobierno del infame Fernando VII, el 31 de julio de 1826, ahorcado en la Plaza del Mercado de Valencia y metido en un barril que simulaba el fuego de la hoguera y todo ello acusado de no asistir a misa en domingo.

Y ahora abrimos de nuevo los ojos, en la Plaza de San Agustín y quizás concluimos como aquel rebelde incansable pero tantas veces derrotado Louis Auguste Blanqui que  “el progreso no existe. El universo se repite sin fin y patalea sin moverse nunca del sitio. La eternidad interpreta imperturbablemente hasta el infinito siempre las mismas representaciones." También, sin embargo, la resistencia y la dignidad de las personas.

ALQUERÍA JULIÀ

Los vecinos y vecinas de Nou Moles a los que les hemos preguntado ignoran la valiosa historia y el interés arquitectónico de la vivienda numero 62 de la calle de Castán Tobeñas, la Alquería de Julià, también llamada Huerta de Julià. Naturalmente, y como es habitual en nuestra ciudad, ninguna placa señala la importancia de este singular edificio del siglo XVII que, además, como atestiguan las fotos que incluimos, realizadas en enero de 2012, presenta en estos momentos un estado lamentable, verdaderamente injustificable.

Balcón de la Alquería Juliâ

La alquería se situaba en la huerta de Valencia camino hacia Mislata. Se trata de un conjunto agropecuario del siglo XVII edificado en estilos manierista y barroco. El conjunto constaba de un edificio y un jardín inmediato a la vivienda. El jardín tenía un laberinto y una glorieta alrededor de la cual se disponían setos cuadrangulares. Tras el jardín existía una terraza y, a continuación, un huerto con un camino central bordeado de emparrados y en la zona más alejada de la vivienda un pinar resto de la gran pinada Moyà de Campanar. Todo ello ha desaparecido aunque la alquería conserva un vallado con un jardín interno -al que no hemos podido acceder- que recorre la calle Velázquez y el Paseo de la Pechina.

El edificio se puede considerar como uno de los escasos ejemplares conservados de alquería valenciana del siglo XVII. Consta de planta baja y primer piso y, coincidiendo con el eje de la puerta principal, una torre de dos alturas. La puerta principal tiene una sencilla embocadura de piedra y sobre ella está el único balcón del exterior, ya que el resto de los vanos son ventanas. En el balcón, el vano se desarrolla a modo de portada con pilastras estriadas en los lados, sobre las que se sitúan ménsulas -pequeños salientes que sirven de soporte para algún otro elemento- que sustentan un entablamento, en cuya parte superior se sitúa un frontón partido con una figura de concha. El edificio esta rematado con pirámides y bolas.

Rótulo del Colegio Público Santa Bárbara

No hemos podido entrar en la alquería puesto que el colegio público Santa Bárbara allí instalado permanece hace tiempo cerrado aunque, según las memorias, el interior dispone de un zaguán con arco rebajado en el centro. Las habitaciones de planta baja estarían cubiertas con vigas de madera. En esta planta se desarrolla un zócalo de azulejos de finales del siglo XVII. En la entrada se representa, también en azulejería, un Eccehomo según la iconografía tradicional. Las distintas dependencias de la planta superior conservan la decoración de los techos a base de molduras geométricas y conchas en las esquinas. Cabe destacar una de las estancias cubierta con un esgrafiado -incisiones sobre el cuerpo de la pared, en la parte superficial, de manera que quede al descubierto la capa inferior, que es de otro color- con motivos vegetales y fantásticos, siendo uno de los pocos ejemplos que se conservan en interiores de viviendas, buena muestra del florecimiento de esta técnica en la Valencia de finales del siglo XVII.

En esta alquería se produjeron hechos históricos importantes para la ciudad de Valencia y la historia de nuestro país: el mariscal napoleónico Luis Gabriel de Suchet la ocupó en los días previos a su entrada triunfal en Valencia, que se le rindió en enero de 1812 e, incluso, es muy posible que previamente fuera utilizada por las tropas del general francés Moncey, que fracasó en el primer intento de tomar Valencia en la batalla de las torres de Quart del 28 de junio de 1808.

Muro del patio

La misma residencia fue ocupada en el verano de 1837 por el estado mayor de la Expedición Real de los carlistas que, bajo el liderazgo del general Miguel Gómez y el pretendiente Don Carlos, intentaron tomar Valencia. Apoyados en las tropas de Cabrera acabarían fracasando. La alquería fue lo más cerca que estuvieron de la ciudad. De aquí marcharon contra Madrid con idéntico resultado. Ambas ciudades, junto a Bilbao, eran fuertemente liberales.

Vista del soporte del balcón

En 1840 Isabel II se instaló en la villa cuando llegó a Valencia a recibir el poder del general Espartero. Mientras, en el Palacio de Cervelló (Plaza de Tetuán) su madre y regente, la reina María Cristina, renunciaba al gobierno y salía, la mañana del 17 de octubre, en un buque hacia Marsella. La transición de un reinado absolutista a una monarquía constitucional iba a mostrarse, sin embargo, una tarea imposible. Y como han puesto de relieve los trabajos de la profesora valenciana Isabel Burdiel, Isabel II, más preocupada por sus intereses y negocios personales que por los intereses de la Nación, terminó sus días también en el exilio.

Citar, por último, que, según la tradición, Sant Vicent Ferrer predicó junto a una encina de su huerto.

La alquería de Julià fue declarada monumento histórico artístico en 1978, por lo que tiene la consideración de Bien de Interés Cultural, siendo uno de los 65 edificios con esta categoría en la ciudad de Valencia. Pero de nada de esto le sirve, pues su abandono, tal y como viene denunciando la izquierda en Valencia desde hace años, sigue avanzando. ¿Hasta cuándo?

TOSCANA EN VALENCIA

Empezamos con nuestro preferido restaurante italiano: evocador, popular y sencillo. Está en la calle frente al instituto de Abastos y tiene por emblema un gallo negro, símbolo de la región toscana del Chianti, famosa por sus caldos. La leyenda del gallo viene a cuento de la estratagema de los malvados y maquiavélicos florentinos que para repartirse la zona, sin recurrir a la guerra con Siena, acordaron que, al canto de un gallo, dos de sus caballeros salieran de las respectivas ciudades y donde se encontraran fijarían la frontera... pero los florentinos manipularon la alimentación del gallo para que cantara antes y así su corredor alcanzó mas terreno... para Florencia.

 

gallo negroEl gallo negro

Sarcófago de alabastro en el Museo Guarnacci de Volterra

El sustrato histórico de la Toscana es Etruria. Esta civilización impresionante legó a Roma su gusto por el retrato y el mas allá. En Volterra en el Museo Guarnacci pudimos admirar 600 sarcófagos bellamente trabajados. De la cultura etrusca podemos admirar, y no ha sido fácil encontrarla, una colección curiosa de vasos y objetos etruscos en la Casa Museo de los Benlliure. Los únicos objetos de cultura etrusca en Valencia. Hay que ir al museo, atravesar su magnifico patio, intimista y sombreado, que formó parte del huerto del cercano convento del Carmen. Aquí podemos observar dos árboles centenarios, el tilo de la derecha y la gigantesca bignonia roja que cubre toda la fachada derecha y es original del siglo XIX, una planta trepadora de origen mejicano preciosa, en estos momentos con sus flores rojas... Y al fondo, en la sala donde hay un video sobre la historia de la familia, ver la colección etrusca, eso si con un polvo de tiempos de Rómulo y Remo...

Ya os he recomendado visitar esta casa museo, deliciosamente burguesa y decimonónica, pero si queréis podéis pasar el río y ver otra casa más humilde y de trabajadores, la casa museo de Conchita Piquer en Ruaya 23. Es bien linda y bien restaurada, de verdad que merece una visita, y viva la copla...

 

Patio del Embajador Vich

Estatua de San Juan de Ribera en el claustro del Colegio del Patriarca

Pero es en el Museo de Bellas Artes donde podemos evocar la Toscana más cercana. En primer lugar, en el mármol de Carrara (ciudad toscana del este) del Patio del Embajador Vich cuyo fino diseño y su magnifico alzado es una joya a admirar una y otra vez en el silencio de este patio, lamentablemente poco conocido por los valencianos y que es, sin duda, una de las maravillas del cinquecento italiano que podemos contemplar sin salir de nuestra ciudad. Igualmente, las columnas de las dos galerías del Claustro del Patriarca son de mármol de Carrara de donde fueron traídas en 1599. En el centro del patio se alza la estatua del fundador San Juan de Ribera labrada también en dicho mármol entre 1894-96.

San Bonifacio

Retablo de Fray Bonifacio, de Gherardo Starnina

Estatua de San Martín en la catedral de Lucca

Por último, en el Museo de Bellas Artes tenemos que visitar su exposición de pintura gótica internacional y detenernos en el retablo de Fray Bonifacio, del florentino Gherardo Starnina. Magnifica serie de pintura gótica de esta estupenda pinacoteca valenciana, que nada tiene que envidiar a otras españolas, como el mismo Prado, y donde la escuela sienesa del siglo XIV influyó decisivamente en la perspectiva, el estudio anatómico de los cuerpos y la expresión de los sentimientos que pueden observarse también en el magnifico retablo de San Martín (santo que preside la catedral de Lucca, bellísima ciudad toscana, y nuestra iglesia de San Martín). En esta ciudad hay un Cristo, el Santo Volto, y en Valencia otro igual y que da nombre a la Plaza de Sant Bult.

Bocaccio

Tumba de Boccacio en Certaldo

Greta Scacchi y Peter Coyote en un fotograma de la película "Un hombre enamorado"

En Certaldo visitamos la tumba de Boccacio y ahora hemos vuelto a Pasolini (ya es hora de revisitarlo y ver la fuerza de sus historias sin tanta tontería de piratas del Caribe) y las aventuras jocosas de su Decamerón como homenaje a esta tierra. También la película Un hombre enamorado, de 1987, una biografía de Cesare Pavese (escritor algo olvidado e imprescindible) con un guapísima Greta Scacchi y un joven Peter Coyote y una mamma Claudia Cardinale impresionante como siempre y en las colinas de Toscana...

Un cine italiano de nuestros viejos tiempos de cine-clubs que nos ayudaron a comprender el mundo y a nosotros mismos.

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